Uno de los mayores problemas a los que hubo de enfrentarse la II República fue el de la conflictividad social. Ya en junio de 1931 se produjo un oscuro complot en el aeródromo de Tablada (Sevilla), en el que el aviador militar Ramón Franco y un grupo de suboficiales del Ejército y de anarquistas sevillanos fueron acusados de preparar un levantamiento. Tras varias huelgas generales convocadas en varias ciudades durante el otoño de 1931, al año siguiente se inicia un período insurreccional. La primera acción es el levantamiento armado de Figols, Berga, Cardona y otras poblaciones catalanas, donde proclamaron el comunismo libertario. En 1932, las principales huelgas revolucionarias se produjeron en La Coruña, Vigo, Zaragoza, Sevilla y Málaga, siendo cada vez más radicales. El 8 de enero de 1933, la FAI - Federación Anarquista Ibérica- hizo un llamamiento a la insurrección general. Graves incidentes se produjeron en Cataluña, Aragón, Levante y Andalucía, expeditivamente reprimidos por las fuerzas gubernativas, que causaron numerosos muertos. Los sucesos más graves ocurrieron en la aldea gaditana de Casas Viejas, donde los guardias de Asalto provocaron una matanza entre los peones agrícolas. En diciembre de 1933, los levantamientos anarquistas más importantes se produjeron en Gijón, Fabero, Logroño, Barbastro, Manresa, Zaragoza, Calatayud, Daroca y Villanueva de la Serena. Al año siguiente el conflicto se recrudeció. En octubre de 1934 Asturias, Bilbao, León, Palencia, Barcelona, Madrid, Ciudad Real, Jaén, Murcia o Huelva fueron los principales focos revolucionarios. En Madrid, el País Vasco y Cataluña, los enfrentamientos se saldaron con varias decenas de muertos y una brutal represión. El movimiento armado de mayor entidad lo protagonizaron los mineros de Asturias y del norte de León. Cerca de 20.000 trabajadores se levantaron en armas. El gobierno procedió al envío de tropas, acción planificada por el general Franco. Entre el 6 y el 20 de octubre de 1934 se produjeron violentos combates, que dejaron un saldo de cerca de un millar de muertos y destrucciones masivas. Vencida la sublevación, la represión militar fue intensa, con cerca de treinta mil prisioneros, ejecuciones sobre el terreno y torturas a los detenidos. La Revolución de Octubre abrió una etapa de confrontación en la convivencia nacional y aceleró los procesos que desembocarían en la guerra civil de 1936-39.
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