lunes, 16 de noviembre de 2009
Video sobre la Primera Guerra Carlista
Hace tiempo que no os pongo un video. Como siempre, dando gracias a los miembros de artehistoria.com. La primera guerra carlista, un clásico.
En 1833 muere Fernando VII y, en virtud de la Pragmática Sanción, disposición que deroga la Ley Sálica y permite reinar a una mujer, es nombrada reina de España su hija Isabel. La negativa a aceptar esta situación por parte de D. Carlos, hermano de Fernando VII, dio origen a la Guerra Carlista.
En la primera fase de la Guerra se produce el levantamiento carlista de zonas como en el País Vasco, Navarra, la región pirenáica y el Maestrazgo. Otras áreas de predominio carlista son Galicia; buena parte de la Meseta norte, la región cantábrica, Aragón y Cataluña; sur de Cáceres y algunas comarcas andaluzas. Ciudades carlistas son Santiago de Compostela, Estella, Berga, Morella, Cantavieja. En esta fase, el hecho más significativo es el asedio carlista de Bilbao y la muerte del general sublevado Zumalacárregui.
Durante la segunda fase, entre el verano de 1835 y octubre de 1837, el carlista general Gómez atraviesa España desde el País Vasco hasta Cádiz, mientras que Don Carlos dirige la llamada "expedición real" hasta las puertas de Madrid. En junio de 1835 Espartero, en nombre de los ejércitos de Isabel, rompe el cerco de Bilbao. Mientras, los carlistas obtienen una fácil victoria en el Maestrazgo.
El 15 de octubre de 1837 D. Carlos se repliega y se ve obligado a pasar el Ebro. El cansancio y las disensiones internas llevan a parte de los carlistas a firmar el Convenio de Vergara, el 29 de agosto de 1838. D. Carlos no reconoce el acuerdo y la guerra continúa hasta julio de 1840, cuando caen los últimos focos de resistencia en Lérida y Navarra.
Etiquetas:
Carlismo,
Construcción del Estado liberal,
Siglo XIX
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Permítame que sin ser alumno suyo, haga unas matizaciones: los carlistas no es que rechazasen la Pragmática Sanción, sino que desde el principio afirmaron que su aprobación fue ilegal, y que el auténtico Rey era Don Carlos María Isidro. La verdad es que tras estudiar la cuestión parecían tener más razón que los isabelinos.
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